miércoles, 17 de octubre de 2012

Polaroid Antonio Miguel Muñoz Ortiz


 
Los colores pálidos estaban justo en mi mirada, verde, amarillo, rojo y algo de naranja, así percibí el flash de esa cámara, yo estaba tirado en la cama, desnudo, no podía ver nada, creo que volví a
dormir después de eso.
En la noche anterior cenamos como muchos otros viernes, siempre “en familia” conviviendo, nunca me ha gustado convivir de esa manera, me siento algo forzado a hacerlo.
Tengo 17 años y mi nombre es Leonardo, mido aproximadamente 1.65 metros, tengo el cabello negro, soy de tez morena, tengo los ojos oscuros y soy bastante delgado, leo muchísimo, odio las novelas de amor cursi y esos bobos libros de autoayuda, no tengo baja autoestima, tengo bajos mis estimas por los demás, soy definitivamente un melómano por naturaleza, un melómano apodado con nombre de hombre.
Era un viernes con lluvia en la noche y todo estaba normal, cenamos, mi familia vió un poco de televisión mientras yo leía en mi cuarto y eran ya casi las 11 de la noche, no me gusta dormir tan
tarde, me gustar dormir bien y tomarme mi tiempo al hacerlo, soñar con delicadeza y contarlo a lujo de detalle, fui a despedirme de mis padres, mi madre como siempre dándome un beso y “la bendición”, mi padre sólo un “Hasta mañana” acompañado por un beso en la mejilla.
Caminé hacia mi cuarto y me dispuse a ponerme la pijama, pantalón de esqueletos y camisa de pingüinos, caliente pero no calurosa, en las noches como esta recuerdo mucho libros que he leído, me hago preguntas sobre la desesperación y la soledad ¿Se puede estar desesperado por tanta soledad? ¿Estoy solo por desesperado o desesperado por solo? Creo que en este momento me encuentro en un estado neutro, no me siento triste pero tampoco me siento alegre, necesito algo que me haga vibrar, que me haga sentir que estoy vivo, quiero algo que realmente me de una cachetada y me diga mirándome a los ojos “¡Oye imbécil! ¡Todavía puedes reír y llorar! Ya estaba cansado, de la vida y sin energías, me dormí exactamente a las 11:12 pm.
Desperté con mucha fuerza y agitado, ya era sábado, para ser más exactos eran las 4 am, tenía a mi lado mi celular así que puse una canción que me encantaba, “Cry me a river” con Julie London,
me agradaba el sonido del piano, su voz, podía imaginarla cantar para mi con un vestido rojo cereza, igual al color de sus labios, es música antigua, amo el efecto que tiene esa grabación, me produce una sensación de placer incomparable, me gusta la sensualidad que maneja con su voz, volví a dormir, tengo que descansar.
Desperté el sábado a las 11 de la mañana, el sol golpeaba mi cara, no había ni un solo ruido, eso me pareció sospechoso, fui al cuarto de mis padres, no había nadie, tampoco en la cocina, nadie está en casa, estoy solo aunque quizá regresen pronto, desayuné un plato de cereal con plátano, me encanta eso.
No sabía que hacer así que fui a caminar, llevaba mi celular y mis audífonos, me quedé desde la 1 hasta las 4 de la tarde en un parque escuchando música y viendo unas fotografías que había por una exposición, muchos artistas hablaban sobre amor y eso me molesta, hablan sobre él de una manera cursi y lo sobrevaloran, ¡Vamos! Hay que ser realistas el amor también tiene sus lados malos y casi nadie se atreve a ilustrarlo, ¡Qué cobardes!, decidí regresar a mi casa para ver si mis padres habían llegado, iba caminando y escuchando de nuevo “Cry me a river” ¡Carajo!, esa canción era lo bastante buena como para alguien sin compañía, alguien como yo, me gustaba escuchar eso mientras caminaba, una y otra vez hasta llegar a casa. Llegué y no había nadie, todo seguía tal como lo dejé, todo estaba en perfecto orden, me daban ganas de tirar todo pero

quizá llegarían mis padres y me regañarían, no quiero regaños hasta ahora todo va bien, de maravilla.
Volví a salir, bajé por el callejón entre esas calles que jamás me recuerdan a algo en específico, siempre son cosas diferentes, amores, infancia o algunas discusiones con cualquier persona, pero
hoy, ahora no recordaba nada.
Realmente no sabía a donde iba así que regresé a casa y en la puerta encontré a una chica con el cabello corto, me dijo ¿Se encuentra Alicia?” (Alicia era la mujer que vivía antes en la casa donde ahora vivo) Debo admitir que la chica era bastante bonita, tenía la piel morena y un vestido a rayas que no era ni muy corto ni muy largo, llevaba una cámara profesional colgada de su cuello, se veía aproximadamente de unos 16 a 18 años, puede que tuviera mi edad, rápidamente le comenté “Alicia ya no vive aquí” ella respondió con un ligero “Gracias” que brotó de sus labios como una gota de lluvia en un día de verano, casi sin poder escucharse, dio la vuelta y se marchó.

Entré a mi casa y todo seguía tal como lo dejé, había carne árabe en el refrigerador por la cena de anoche así que me preparé unos tacos y sin notarlo ya estaban dando las 7:30 de la tarde, el sol estaba cayendo muy lentamente y hacía que mi casa fuera transformándose en una especie de mundo abisal, me sentía tragado por la oscuridad y el silencio así que puse un par de discos viejos, puse primero uno que me regaló una novia que tuve a los 14, THE SOFT PARADE de The Doors, era algo sublime escuchar eso en el estéreo de papá sin que nadie me dijera que “quitara mis porquerías” después puse algo mas experimental, REVÉS de Café Tacvba, era un disco que me costó trabajo conseguir, ya no los hacen desde el 98 aproximadamente, recordé que tenía escondido un cigarro de menta en un mueble de mi cuarto así que fui por él, estaba fumando en la casa, era algo interesante, no tenía miedo de que alguien entrara, estaba en la sala fumando tranquilo, la música empezaba a ir más rápido, el humo se sentía más y más cálido, la música me hacía recordar a la chica de la puerta, la música era relajante como su mirada, deseaba con todas mis fuerzas acariciar sus piernas, besarlas con mi mirada, la música comenzaba a ir más rápido, empezaba a marcarse más rápido el ritmo, el humo era más caliente de lo normal, comenzaba a tener en la cabeza una imagen de la chica del vestido a rayas y yo besándonos, más, más rápido, tomados de la mano, tomando su cintura, la música, el ritmo, los besos, las caricias, los instrumentos ¡Basta!
Decidí apagar la música e irme a dormir, entre esos dos discos ya eran las 10 y estaba algo cansado.
Sentí mucha sed de repente, eran las 2 de la madrugada, estaba todavía solo en la casa entonces me paré por un gran vaso de agua, la noche también era fría, siento que estaba provocando que consiguiera compañía. Tocaron la puerta y yo, como todo chico en una película me pregunté: ¿Quién puede tocar a las 2 am de un domingo? Fui despacio a la puerta, al preguntar “¿Quién es?” recibí una respuesta no esperada, escuché esa voz, la voz que escuché en mi puerta, la chica de la cámara, ¡Si, ya sabes!, la del vestido a rayas diciéndome “SOY YO” era ella, ella y su magnifico cabello corto, abrí la puerta y ella pronunció un ligero “Hola” yo no se si fue por el frío, la noche, el agua, la atracción que sentía por ella, no se que me hizo responder así, la besé en los labios de una manera tan ligera como con la que ella hasta ese momento me hablaba, ella no me rechazó, preguntó “¿Hay alguien en la casa?” a lo que yo respondí “Sólo estoy yo” ¡Vamos!, se veía de mi edad, no tenía nada que no fuese su cámara, pasamos a mi casa y las cosas empezaron a ir más rápido, un beso… dos caricias… y con rapidez , tres besos, cuatro caricias, empezaba a sentir su piel contra la mía, mis dedos la acariciaban, mi mirada no existía, mis ojos se cerraron y podía ver mis pensamientos, sin verla podía saber lo que me hacía y lo que yo le hacía a ella, no sé cómo ni con qué pretexto estábamos en mi cuarto, en la cama, su vestido a rayas en la orilla de mi cama, estábamos desnudos, abrazados el uno del otro, deslizándonos en un ritmo como marcado por un metrónomo a dos cuartos, hicimos del amor un ejercicio y un escape, pasaron dos horas y nos quedamos suspendidos en un sueño bastante profundo.
Era domingo, 9 de la mañana, jamás lo voy a olvidar, ella ya no estaba en mi cama, tampoco su vestido, tampoco estaban mis padres, me levanté a la sala por otro vaso de agua y en la sala, junto a la foto de la familia había una nota y una fotografía, la fotografía era una instantánea y era ella luciéndome su hermoso vestido a rayas, la nota decía algo breve “No busques a tus padres” siendo sinceros, no pensaba hacerlo, puedo mantenerme solo, tengo una casa y puedo trabajar, tengo lo que necesario para poder hacerlo, necesitaba esa noche, la ausencia de mis padres, su vestido a rayas a la orilla de mi cama, los besos, las caricias, y ese ritmo tan marcado… la necesito a ella, ella sabía que yo la necesitaba y ahí fue donde todo comenzó a empeorar, me dolía la cabeza, sentía todo temblar, no la puedo buscar, estoy solo, solo en la vacía soledad y ahora no me queda otro remedio, no, ya no puedo más, esto tiene que acabar.
Una pastilla, dos tragos, tres pastillas, cuatro latas de cerveza, esa es la mejor manera de terminar con una noche irreal, me desmayé.
Desperté al día siguiente, con la misma ropa, no había nadie en la casa, caminé lento hacia el baño, llegué, me miré al espejo y al ver ese horrible reflejo dije lo siguiente en voz alta “Viví, sufrí y amé, bueno y ¿Ahora qué?”

3 comentarios:

  1. Yo soy el autor de esto y estoy completamente a favor de que lo publiquen aquí, de lo que estoy en contra es de que se use ese tipo de imágenes acompañadas de mi texto, si se hubiese tomado la molestia de leerme y comprenderme, habría notado que no estoy a favor de ese "amor" tan dulce, le pido de la manera más atenta que elimine esas imágenes de mi escrito.
    Antonio Miguel Muñoz Ortiz

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Está usted servido, las imágenes han sido eliminadas; en cuanto a su idea del "amor", de eso, cada cual es responsable de sentir como mejor le convenga, como le hayan amado y enseñado a amar.

      Eliminar
  2. Cuando digo que no ESTOY, es porque me refiero obviamente al cuento, a la idea, a mi idea. Gracias.

    ResponderEliminar